Nuestro viaje a París

Los alumnos de 4.º de Educación Secundaria y 1.º de Bachillerato han disfrutado de su viaje de estudios en París y Disney

Durante la primera semana de junio, 4.º de Secundaria y 1.º de Bachillerato  pudimos disfrutar unos días en la capital francesa.  Empezó nuestra aventura con unas inmensas ganas de viajar,  mucho calor y, como cualquier viaje de fin de curso que se precie, acompañado de unos  sentimientos muy intensos . Pero, al final, ¿qué se espera de un viaje en el que hay adolescentes conviviendo las 24 horas del día? Es una bomba de relojería y lo único que podía ocurrir es lo que ocurrió: charlas clandestinas en las escaleras del hotel a las 1 am, niños cambiándose de habitación esperando no ser pillados, risas que se intentan ahogar para no hacer ruido, e, incluso, peleas por malentendidos sin sentido . Sin embargo, son todas esas  cosas las que convierten un viaje en inolvidable; porque creo que nadie olvidará el calor que hacía en nuestro autobús o las charlas interminables de Juan, nuestro incansable guía mejicano, que nos adormecía en cuanto su voz melodiosa empezaba a sonar, casi siempre, cuando más lo necesitábamos. El primer día, su voz nos acompañó desde las coloridas y bulliciosas calles de  Montmartre con su maravillosa Basílica del Sagrado Corazón hasta la puerta del Museo del Louvre.  Recorrer el magnífico Palacio de Versalles, ir al arco del Triunfo, visitar la monumental tumba de Napoleón en los Inválidos o dar  un espléndido paseo en barco  por el Sena,  fueron algunas de las cosas que París pudo ofrecernos en nuestro segundo día de visita. Y por fin, en nuestro tercer día, recorrimos el barrio latino y llegamos a la impresionante Torre Eiffel. Realizamos el tan ansiado ascenso al símbolo de esta ciudad y  allí estaba  París a nuestros pies. ¡Una maravilla!

Después de despedirnos de Juan, nos dirigimos a Disneyland París, algo que nos hacía mucha ilusión a todos por muchas razones;  llegábamos a un lugar lleno de magia, más grande y  sin el  bullicio de la capital, además pensábamos que dejaríamos de andar todos los días sin parar. En realidad, en esto último nos equivocamos bastante, nos pasamos los siguientes dos días de un lado al otro del parque, haciendo colas interminables y considerando si valía la pena gastarnos 3,30€ en una simple botella de agua. Sin embargo, el hotel de  Disney nos ofrecía unas instalaciones geniales con unas habitaciones muy amplias y, como donde caben 6 caben 8, cada vez era más difícil controlar el ruido, las risas y esconderse, y eso que nuestros profesores se pasaban las noches haciendo rondas. También había más espacio para más desorden, y es que, entre las maletas colocadas por cualquier lado, la comida que se compraba en la máquina expendedora  cuando entraba el hambre o los bañadores mojados después de la piscina; parecía que todos nos alojábamos en la misma habitación. Esa es otra, la piscina. A pesar de que solo bajaban unos cuantos, consiguieron convertir un simple tobogán en una atracción más de Disney.  Aunque todas las atracciones tuvieron algo especial, el mejor recuerdo que nos llevamos fue el espectáculo de luces del castillo en el que muchos acabaron llorando. Ese donde todos volvimos a ser niños. Y ese donde se paró el tiempo durante unos minutos para que pudiésemos olvidar todo aquello que nos separaba y pensar en todo aquello que nos unía.

Al final, un viaje de estudios se trata de eso, de unir a gente, de crear recuerdos que por más tiempo que pase, siempre permanecerán. Compartes experiencias que aunque  se las cuentes a otros, si no se viven, no se comprenden. Y por esa misma razón, a todos aquellos que os vais,  ojalá que siempre recordéis que aquí tenéis a vuestra familia, esa con la que compartís gran parte de vuestros recuerdos. Y, a todos aquellos que os quedáis, no os queda otra que seguir aguantando rarezas, manías, broncas y sobre todo, no os queda otra que seguir creando recuerdos llenos de risas sin sentido y días de churros. Esto es lo que hacen las familias, caminar juntas mano sobre mano atesorando recuerdos para volver a pasar por el corazón.

Texto de Arancha Barranco Sánchez 1º Bachillerato